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El Consejo apenas tenía 1462 casas y 9.475 habitantes. Allí comenzaba el claro amanecer aragüeño. La estación era sobria, fiel exponente de la arquitectura ferroviaria alemana, taquilla de boletos, oficina del telegrafista, depósitos de carga y descarga, oficina del administrador y las habitaciones del jefe de la estación. Cinco mil personas trabajaron simultáneamente, perforando las entrañas de la tierra para hacer los túneles
Removieron tres millones y medio de metros cúbicos de tierra, abrieron 86 túneles y construyeron 182 puentes y viaductos con un peso total de seis mil toneladas de hierro. Tendieron los rieles y un día echaron a andar 17 locomotoras, 32 vagones de pasajeros, 181 de carga, 30 para transportar ganado, 30 trollys y 6 velocípedos de vía.
El tren transportaba más de 200 mil pasajeros al año y la carga que en 1894 era 14 mil toneladas se había cuadruplicado en 1919, produciendo ingresos de 4 millones de bolívares y egresos que no llegaban a 2 millones. El capital inicial fue de 79 millones de bolívares, íntegramente aportados por la compañía alemana. En una oportunidad abordó el tren la venerable maestra Pilar Pelgrón, descendiente de próceres y biznieta del maestro del Libertador.
El pasaje se pagaba con monedas de oro. De Caracas salía el tren a las 8 de la mañana y a las 11:30 llegaba al Consejo. A las 3:00 de la tarde estaba en Valencia Entre las 11:47 y 12:15 el tren se detenía en la estación de la Victoria.
La restauración de la estación de El Consejo le corresponde a Alberto Vollmer Herrera, biznieto por la rama paterna de don Gustavo Vollmer. Ordenó tender 12 kilómetros de vías férreas dentro de la centenaria Hacienda Santa Teresa, donde actualmente se pone en funcionamiento cada fin de semana, cuando llegan cientos de turistas a comulgar con el pasado.